Menu

Gatsonides, el piloto de carreras que inventó a nuestro mayor enemigo: el radar de velocidad

El radar, ese némesis que no perdona, que te espera a la salida de un túnel, detrás de un luminoso, expectante a las orillas de las carreteras con su flash preparado. El radar de velocidad está considerado como el enemigo público número uno de las carreteras por la mayoría de los conductores. Hablar de este tipo de medidas es siempre entrar en polémica, por lo que no usaré este artículo para expresar mi opinión sobre estas «cajitas». Pero diré que no soy de los que piensan que el cometido de estos es a todas luces recaudatorio; he visto muchos tramos en los que se han reducido considerablemente los accidentes tras la instalación de un radar. Pero también me gustaría dejar claro que a veces algunos límites me parecen ridículos, teniendo en cuenta el estado de la vía y la densidad de tráfico, y que otras veces se colocan en sitios idóneos para que más de un despistado caiga sin exceder demasiado el límite de velocidad.

El radar de velocidad fue inventado en los años 50 con un fin totalmente diferente al que hoy en día conocemos

Pero a lo que hemos venido hoy es a contar quién fue el susodicho que tuvo la genial idea de inventar estos aparatos que extienden más recetas que cualquier médico de familia. Antes de que cojáis cacerolas y pancartas dignas de un escrache, os diré que este pobre señor no tiene la culpa de estas multas; él no inventó el radar de velocidad con este fin. Más bien para todo lo contrario, para ir lo más rápido posible. Sí, sí.

Maurice Gatsonides: entusiasta, ingeniero, piloto de carreras y… el inventor del radar

Maurice Gatsonides nació en Indonesia en el año 1911 y a lo largo de su vida fue varias cosas, una de ellas: piloto. Antes de cumplir los veinte años ya ganó su primera carrera, un hecho increíble, porque en los años treinta lo común es que los pilotos fuesen señores adultos. Su pasión por el automóvil y por la velocidad hicieron que en 1938 fundase su propia marca de coches. La llamó Gatso y el primer coche fue el Kwik. En 1946, con la Segunda Guerra Mundial recién terminada, se aprovechó del panorama y se sirvió de un amplio volumen de piezas procedentes de la gran cantidad de coches que quedaron inservibles tras el conflicto internacional. Además, aprovechó la coyuntura y estableció un servicio de reparaciones para los propietarios de vehículos que sí habían sobrevivido. Nació así el Gatford, construido sobre un chasis Ford y con la mecánica de un V8 de la misma marca.

Gatsonides fundó una marca pero sus esfuerzos siempre estuvieron enfocados a su vida como piloto y a su afán por ser el más rápido

Dos años más tarde, usando motores V8 de Mercury, construyó el Gatso 4000 en tres variantes diferentes: Aero, Roadster y Coupe. Los presentó en el Salón de Ginebra de ese mismo año, 1948, y la acogida fue sorprendente. Tan sorprendente que la marca de Gatsonides recibió un pedido de unidades al que no podía hacer frente. Se llevó a cabo una producción mínima, la cual fue suficiente para mantener a la marca, pero sólo dos años después, y tras un par de modelos más, la compañía se declaró en quiebra. La baja cadencia de producción y los esfuerzos de Gatsonides centrados casi al 100% en la competición condenaron a la marca a la desaparición.

Pero las ilusiones de Maurice no se rompieron y su andadura continuó dentro de este bonito mundillo. Su vehemencia por la velocidad convirtió a Maurice Gatsonides en vencedor del mítico Rally de Montecarlo del año 1953, con un Ford Zephyr, y en un buscador sin límites de la trazada óptima y el mejor tiempo. El piloto repetía y repetía cada curva con el fin de obtener la trazada que le otorgase el mejor tiempo. Se le conocía como una persona muy meticulosa, que estudiaba a conciencia cada uno de los tramos en los que iba a competir. Se dice que un mes antes de su victoria en Montecarlo, Gatsonides se fue a vivir a la zona del rally y allí empleó sus días en repetir una y otra vez los tramos y en estudiar cada centímetro de cada curva. En aquella época el rally se corría bajo lo que ahora conocemos como Regularidad, y nuestro protagonista se preocupo de ajustar al máximo la velocidad media de cada una de las etapas. El mismísimo Louis Chiron, en una entrevista previa a la mítica prueba, comentó que con casi total seguridad el ganador sería Maurice porque sabía que había estado preparándose a conciencia los diferentes tramos.

Para que os hagáis una idea de lo meticuloso y avispado que era, hay una anécdota que cuenta que como Maurice no podía hacer frente al sobrecalentamiento de los frenos de su coche a lo largo del rally, dispuso a algunos individuos a ambos lados de horquillas lentas con cubos de agua. Cuando él pasaba, estos se encargaban de echar agua de los cubos a sus frenos.

La cabeza de Gatsonides nunca paraba de pensar en beneficio de ser el más rápido, quería fabricar un artilugio con el que pudiese medir la velocidad máxima en un punto pero a su vez saber la posición del vehículo, con respecto a la curva, en ese instante. De esta forma podía deducir qué forma de entrar en la curva era mejor, qué forma de tomarla era la más rápida… Las pistolas para medir la velocidad ya había sido inventadas en 1954, pero Maurice iba a por un paso más; quería un disparador automático para hacer una fotografía en un momento deseado, por ejemplo, a la máxima velocidad. ¿No es esto lo que tenemos ahora en nuestras carreteras?

El funcionamiento de los radares de velocidad está basado en el fenómeno físico conocido como efecto Doppler

Diversas iteraciones lo llevaron finalmente a recurrir al efecto Doppler. Para no meternos en clase de física, el efecto Doppler, en resumidas cuentas, es un fenómeno por el cual la frecuencia de las ondas que recibe un objeto varía cuando este objeto o el emisor de las ondas se están moviendo uno con respecto a otro. Esto aplicado a los radares de velocidad se traduce en que cuando una onda «impacta» en nuestro coche, como este se está moviendo a una velocidad determinada, la frecuencia cambia. Si se mide esta diferencia de frecuencia se puede saber la velocidad a la que el coche circula. Pero ojo, esto es el fundamento básico, luego no es tan sencillo puesto que las diferencias entre las frecuencias son minúsculas y hay que recurrir a superposición de ondas y a otras cosas que harían que nos desviásemos de lo que de verdad importa, nuestro protagonista.

1958, la primera cámara de velocidad y las primeras multas

Finalmente en 1958 presenta su invento, lo patenta y funda la empresa, aún en funcionamiento, Gatsometer BV. Rápidamente su cinemómetro empieza a ser usado con los fines que ahora conocemos, bajo el permiso de Gatsonides, quien empieza a hacer caja. Paradójicamente, el mismo Maurice Gatsonides empezó a recibir multas de velocidad por excesos captados con su propio invento. A él no le importaba, le gustaba ir rápido y al mismo tiempo le estaba haciendo un favor a su compañía, ¿no?

 

En Planeta del Motor: Maggiora Grama 2, el FIAT Punto sobre el que quiso reencarnarse un Delta Integrale | La verdadera historia detrás del nombre de Mercedes-Benz

 

Sobre el Autor

Rafa Rivera

A décimas de segundo de ser Ingeniero Aeroespacial. Nací en Córdoba y me crié entre un Escort y un Fiesta SuperSport. Enfadado con el mundo desde que en mi casa se compró un Ford Ka. Mi cabeza es una base de datos de coches, y solo coches, en constante actualización y estoy aquí para compartirla contigo.

Sorry no comment yet.

Deja un comentario