A finales de 1999 Citroën lanzaba al mercado un modelo nuevo, un Xsara con segundo apellido, y no un apellido cualquiera. El nuevo integrante de la familia francesa compartiría nombre con el famosísimo artista Pablo Picasso.
El Citroën Xsara Picasso que desde el 2000 se fue actualizando para envejecer sin muchos cambios, era sustituido en 2006 por su relevo conceptual, el C4 Picasso (ya hay hasta uno autónomo que ha recorrido España). Aún con la llegada del C4 Picasso, el Xsara Picasso se continuó vendiendo hasta 2010, aunque ya con una gama de motorizaciones reducida y como una opción considerablemente barata. Esos diez años continuos en el mercado fueron el claro reflejo del éxito de coche con 1.736.727 unidades fabricadas.
Cinco años antes del lanzamiento se daba a conocer el Xanae, prototipo del que derivó el Xsara Picasso. Con este concept ya se pudieron conocer con antelación los planes que barajaba Citroën.
El Picasso se forjaba como un nuevo tipo de vehículo que aunaba el concepto de turismo por un lado y el de monovolumen por otro. Una ecuación muy interesante que mezcla los aspectos positivos de los dos tipos de carrocerías. El lanzamiento se producía dentro de un panorama febril para las ventas de monovolúmenes, todo el mundo quería un monovolumen y el Xsara Picasso llegaba para posicionarse en el centro de la balanza y perfilarse como la mejor opción. Quien necesitaba el espacio de un monovolumen pero no estaba dispuesto a tener un coche de proporciones tan exageradas tenía al Xsara Picasso. Renault hizo antes los deberes con el Scenic, que inició este segmento dentro del mercado. Sin embargo, el Picasso no tuvo ningún problema en hacerle frente con su personalidad propia, Citroën avanzaba y desarrollaba aún más este nuevo tipo de vehículo que su compatriota. Desafió al Scenic y a otros rivales como el Opel Zafira o El FIAT Multipla, que llegaron también con el inicio del nuevo milenio.
Con el lanzamiento de algo así había que ser cuidadosos con el nombre, se precisaba elegir algo que representase a la perfección el tipo de vehículo que Citroën había fabricado, y el 17 de septiembre de 1998 se bautizaba finalmente al coche. Tras siete meses de negociaciones, Citroën firmó un acuerdo con la familia Picasso para adquirir el derecho a llamar a su nuevo modelo con el nombre del artista.
Este bautizo no tuvo nada que ver con la historia que te voy a contar más abajo. El pretexto para llamar a este Citroën así fue la filosofía que llevó consigo en su diseño y creación. Si Pablo Picasso en 1907, con el cubismo, creaba una tendencia revolucionaria, rompiendo definitivamente con la representación pictórica tradicional y liquidando la perspectiva y el punto de vista único, Citroën hacía lo propio con su nueva fusión entre turismo y monovolumen. Un símil excepcional. Los directivos de la marca lo vieron claro y no podía haber mejor nombre para un coche que buscaba «romper el estilo tradicional del automóvil».
El acuerdo de posesión del nombre se estima que fue de varios millones de euros, pero PSA Peugeot-Citroën consideró que la suma era completamente justificada, querían llamar a su nuevo coche «Picasso» costase lo que costase, y cuando por fin consiguieron los derechos del nombre todo eran sonrisas en la compañía.
Aunque registrar este nombre para el nuevo concepto de Citroën fue todo un acierto, era de esperar que bautizar un coche con el nombre de un artista tan importante, como lo es Picasso, iba a sembrar polémica. De hecho cuando el coche se presentó en diciembre de 1999, Jean Clair, el que por entonces era el director del Museo Picasso de París escribió un artículo en el diario Libération en el que protestaba enojado por el uso comercial que iba a dar Citroën del nombre y la obra del pintor.
«A partir de ahora, y más aún cuando los 170.000 autos que Citroën piensa fabricar este año desfilen con el apellido del pintor malagueño, un Picasso designará a un vehículo en la sociedad del tercer milenio.»
Me gusta el nombre, la idea de que se le otorgase a este coche teniendo en cuenta la comparación perfecta en la que pensó Citroën, y no es que me abrume que se utilizase para designar a un vehículo cuyo objetivo final era el de ser una obra de arte, sin que al final se considerase como tal por muchos (o sí). Pero por una parte es cierto que Jean Clair tenía razón. En cualquier caso usar el nombre me parece también un bonito detalle de cara al pintor, para rememorar su estilo y su vida.
Un portavoz de Citroën explicó que se trataba de un uso totalmente justificado, con la asociación se vinculaba a un genio de la talla de Pablo Picasso con otro genio de la inventiva y la creatividad, André Citroën.
O acaso, queridos amigos locos de los coches, ¿no es esto arte?
«Citroën Xsara Picasso una obra de arte»
Con pegas o sin ellas, el coche nacía con la firma de Pablo Picasso estampada en las aletas delanteras de la carrocería. Aunque, y para desconocimiento de muchos, incluso en el propio entorno de la marca, Picasso ya había estado presente en un Citroën muchos años atrás. Incluso firmó, esta vez personalmente, otro Citroën.
Cuidado, porque estás ante una historia con alto contenido en arte. Corría el año 1958, verano en París. Manuel Mejido, un joven periodista mexicano de ascendencia asturiana deseoso por despuntar en el mundo del periodismo conseguía una entrevista con el famoso pintor Pablo Picasso.
Menuda suerte, pocas veces Picasso concedía una entrevista. El pintor decía que les irritaban y que les distraían en su trabajo, para él eran una pérdida de tiempo. Sin embargo, unos pocos y hábiles periodistas consiguieron entrevistarse con el artista malagueño. De entre ellos, uno fue Mejido que usando algunas mentirijillas había logrado su objetivo. El pícaro periodista le dijo a la secretaría de Picasso que llamaba del Centro Republicano Español de Ciudad de México y Picasso, que era republicano acérrimo y estaba agradecido a México por haber acogido a los refugiados españoles en 1939, aceptó.
Mejido, estudiante recién graduado y sin mucho dinero tuvo que pedir prestado un coche para ir desde París a casa de Picasso. Iría acompañado de una chica francesa y de dos estudiantes colombianos que cursaban posgrado en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos. Estos tres pagarían los gastos del viaje y la gasolina; a cambio, Mejido les había prometido que podrían hablar con el artista unos minutos después de su entrevista.
Cuatro días más tarde, Mejido y sus tres acompañantes se dirigían a Cannes en el Citroën DS que le habían prestado al periodista. El DS que los llevó hasta la bonita zona en la que vivía Picasso era el primer modelo, el 19 de 1955, de color azul y con el techo en color blanco. Era propiedad de un español que se refugiaba clandestinamente en la Casa de México.
Sabían que la entrevista sería complicada pero lo que no sabía el joven periodista es que la vuelta la harían sobre una obra de arte que hacía de lienzo para otra obra de arte.
Una vez allí y manteniendo la tapadera, Mejido comenzaba su deseada entrevista. Picasso llevó al periodista a su jardín y hablaron largo y tendido sobre su obra y sobre los republicanos en México (había que sustentar la mentirijilla). Mientras regresaban a la vivienda, Picasso desapareció por el camino escoltado de palmeras y eucaliptos. Pasaron las horas y el pintor no aparecía. Los cuatro invitados, extrañados, esperaban sin saber qué hacer. Al cabo de casi dos horas de espera, el artista apareció y sorprendido preguntó que cómo es que seguían ahí después de tanto tiempo.
Los cuatro visitantes marcharon y cuando salieron de la casa quedaron sorprendidos con lo que tenían antes sus ojos. Picasso había dedicado su tiempo de ausencia a pintar sobre la elegante pintura azul que recubría las extraordinarias líneas de la carrocería del DS, Las guirnaldas de la paz. Picasso reía y a petición de Mejido, firmó su obra sobre el guardabarros trasero de la otra obra, la de Citroën. La estampa era maravillosa: unas flores, un árbol, una familia. Mejido no daba crédito.
¿Qué le incitó a hacerlo? ¿Quizá la llamada del arte? No me extraña. Si fue así, Citroën tiene más que justificada y permitida la posesión de su nombre.
petrolicious.com
Pablo Picasso nunca tuvo un Citroën y no había pintado ningún otro coche antes a pesar de codearse con verdaderas joyas. No era lo que se puede decir un apasionado del automóvil pero tuvo un garaje con cantidad y calidad. Un Panhard-Lewasor, un Hispano-Suiza, un Dauphine, un Oldsmobile, un Hotchkiss, un Mercedes, un Alfa-Romeo, un Lincoln Continental, entre otros.

Pablo Picasso con su Hispano Suiza Type H6B (chasis: 12293) y su hijo Paulo.
Y te preguntarás dónde está ahora este lienzo rodante. Ya no es que ni siquiera sea una historia que en Citroën se conozca poco, sino que incluso Rafael Inglada, biógrafo de Picasso, tampoco supo de este episodio hasta hace poco. El reportero mexicano, ahora con 82 años, conserva algunas fotografías que hizo del coche en la casa-taller del pintor, fotos que prueban que la historia es completamente verídica. Por desgracia, a día de hoy la existencia del coche es un misterio.
Mejido volvió a París sin entretenerse mucho, apenas hicieron paradas dentro de los aproximadamente 1.000 kilómetros que separan París de La Californie (sí que era fiable el Citroën DS). El periodista estaba inquieto, no quería que nadie viese el coche y levantase sospechas. Ni siquiera le dijo la verdad al dueño, le contó que otra historia para evitar que este indagase y le dio 1.000 dólares de aquel entonces para compensar la pérdida de su coche. 1.000 dolares que procedían de los 6.000 que obtuvo Mejido al vender el coche a una galería de arte. Así es, Manuel Mejido se deshizo del coche justo al llegar a París. El ahora anciano reportero cuenta que necesitaba el dinero urgentemente y por eso se apresuró a vender el coche, y tan rápido como lo hizo se perdió por completo el rastro. Por lo que se sabe, Citroën no se hizo con él; tampoco está expuesto en ningún museo. Una opción es que esté bajo propiedad de algún coleccionista. Quién sabe qué puede haber sido de él, es difícil perder el rastro de un coche así tan fácilmente, ¿no creéis? Puede que incluso esté abandonado en algún cobertizo, un jardín perdido…
Esté donde esté, pasase lo que pasase, está claro que es una verdadera lástima no poder admirar semejante maravilla artística. Una obra de arte sobre un coche cuyo diseño rompía con todo lo establecido. Un salto en el tiempo, catapultado por la suspensión hidráulica, dentro del mundo de automóvil. Cuando todos los coches seguían unos patrones y unas líneas, apareció la Diosa (el nombre de DS proviene de la pronunciación déesse, diosa en español. Eran buenos estos franceses para el tema de los nombres) para vaticinar el futuro muchos años antes.
El Guernica es arte, pero el Citroën DS también.
«Hay en el DS el principio de una nueva fenomenología del ajuste, como si se pasara de un mundo de elementos soldados a un mundo de elementos yuxtapuestos que se sostienen por la única virtud de su maravillosa forma [… ]. Se trata, pues, de un arte humanizado, y es posible que el DS anuncie un cambio en la mitología automovilística.» Mythologies, Roland Barthes. 1957.
Y tú, ¿tienes un Picasso en casa?
Fuente: EL PAÍS
Rafa Rivera
A décimas de segundo de ser Ingeniero Aeroespacial. Nací en Córdoba y me crié entre un Escort y un Fiesta SuperSport. Enfadado con el mundo desde que en mi casa se compró un Ford Ka. Mi cabeza es una base de datos de coches, y solo coches, en constante actualización y estoy aquí para compartirla contigo.Excelente articulo
Me ha encantado esta historia que no conocía.
Yo tenía pensado que Citroën tuvo problemas para poder usar el nombre de Picasso, pero veo que estaba en un error.
Como amante de la marca me ha encantado.
Y si… tengo un Citroën Picasso.
Muchas gracias por tu comentario, Francisco. Es todo un halago que te haya encantado, para mí y para el equipo. Sobretodo ahora que estamos empezando esta andadura.
Espero que sigas leyendo nuestras curiosidades de por aquí, ¡un saludo!