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Cumplí mi sueño de ir al Salón de Ginebra y esta fue mi experiencia

Tiempo atrás, cuando apenas contaba dientes de leche, mis primeros pasos con la lectura eran reforzados con numeroso material adicional que hiciera más atractivo para mí, pensaría mi madre, un libro y el placer de leerlo. Surtió efecto, a la vista de lo mucho que disfruto leyendo desde entonces. Infografías de tractores, camiones y motos, pequeños libros de coches con imágenes, textos breves y grueso cartón como material de sus páginas empezaban a forjar en mí lo que, de alguna forma, soy ahora.

Años más tarde, comencé a llenar mi habitación (y la casa entera) de libros cada vez más rigurosos, de los que se compraban los adultos. Y de revistas, muchas revistas; tantas que no sabría decir el número exacto de las que tengo pero que calculo serán unos tres o cuatro centenares (y subiendo).

En las revistas, entre las que solía comprar cada mes una marca fija y otra (o varias más) adicional, con frecuencia aparecía la palaba ‘Ginebra’. Y no, no era por el anuncio publicitario de alguna bebida espirituosa.

Fuere en los meses que anticipan a marzo, fuere en pleno verano, no era raro encontrarse en las páginas de dichas revistas con un prototipo que sería “el anticipo del modelo final” que veríamos en el próximo Salón de Ginebra, un modelo nuevo que podríamos presenciar en directo por primera vez “durante la próxima edición del Salón de Ginebra, en marzo” o un concept que jamás llegaría a la calle y que sólo podríamos disfrutar en el salón más importante del mundo: el de Ginebra.

Pagani Huayra Pacchetto Tempesta

Para los que, por encima de los videojuegos o una pelota, lo que más nos gustaba eran los coches, el Salón de Ginebra era poco menos que el País de Nunca Jamás para Peter Pan.

Ginebra entonces quedaba lejos, lejísimos. No tenía el dinero para el viaje, ¡ni siquiera la edad para viajar solo en un avión! La idea de ir con mis padres distaba tanto como la galaxia más cercana a la Tierra: nadie en mi familia es un apasionado del automovilismo y la sola idea de proponer ir hasta Suiza para “solamente ver coches” era poco menos que un sinsentido.

Pasaban los años, los ejemplares de distintas revistas, compraba unas nuevas, cambiaban los coches… Pero el halo de Ginebra seguía ahí. Ginebra, Le Mans, Goodwood, GP en Monza… Los 4 eventos automovilísticos que, en mi opinión, deberíamos disfrutar al menos una vez en la vida todos a los que nos gustan los coches. Más de una vez pensé plasmar sobre un folio la lista de ‘Cosas de coches que hacer antes de morir’, un apartado especial a la lista general de cosas que hacer en esta vida, acaso no haya otra después. Pero dicha relación nunca llegué a confeccionarla con tinta y papel, simplemente está en mi mente. Y hace apenas unos días taché una de las cosas de esa lista.

Para los que, por encima de los videojuegos o una pelota, lo que más nos gustaba eran los coches, el Salón de Ginebra era poco menos que el País de Nunca Jamás para Peter Pan

El 12 de marzo de 2016 quedará en mi recuerdo como uno de los días que más ilusión me ha hecho que llegase. Siendo sincero, los nervios empezaron a aflorar días antes, quizá semanas, desde que me sabía con la seguridad de quien ha comprado el billete hacia el aeropuerto ginebrino.

A las 10:10 de ese doce de marzo salía mi vuelo y en algo menos de dos horas estaría en Ginebra. No podía creérmelo, ¡estaba a dos horas de Ginebra! Me había informado previamente y había visto que el pabellón donde se celebra el Salón (Palexpo) estaba al lado del aeropuerto. Apenas unos minutos tras bajar del avión estaría viendo el Koenigsegg Regera y el Bugatti Chiron, los coches más rápidos sobre el planeta, entre muchos otros.

Koenigsegg Regera & Bugatti Chiron

Unos minutos pasado el mediodía el avión tocaba tierra y, de camino al estacionamiento, circulando entre las pistas, en uno de los giros del aeroplano lo vi: un cartel gigante en un edificio de forma cúbica: ‘GENEVA INTERNATIONAL MOTORSHOW’. Ese debía ser el Palexpo. Una sonrisa se dibujó en mi cara y en las de las dos personas que viajaban a mi lado: un padre con su hijo que viajaban a propósito de disfrutar del Salón y que durante el vuelo iban leyendo sendas revistas de coches.

Bajar del avión, descender unas escaleras de las instalaciones del aeropuerto, un pasillo no muy largo hasta llegar a recoger la maleta. Todo ello manteniendo la calma pero con la celeridad que te proporciona el nerviosismo de estar al lado de uno de los sueños desde tu infancia.

Una vez recogida la maleta, era hora de salir del aeropuerto y buscar y seguir las indicaciones donde se leyese ‘Palexpo’ y me condujesen hasta él. Y cuál fue mi sorpresa en mi camino hacia dicho pabellón… Tras salir de las instalaciones del aeropuerto y entrar a otro pasillo que comunica con la estación de tren, me encontré con un inmaculado Jaguar F-Pace blanco expuesto a un lado de la marabunta de la multitud que iba y venía. Tras un vistazo más rápido de lo que se merece un coche tan bonito (“Diego, en el Salón será mejor”, pensé), seguí con paso decidido en dirección al pabellón que me esperaba. Buena publicidad de Jaguar, pensé también. Continué avanzando y… ¡No podía creérmelo! ¡Un Giulia QV expuesto en el pasillo de la estación! En ese momento empecé a salivar con más intensidad y mis ojos, de haberme mirado a un espejo, los hubiese notado con un brillo especial.

Ginebra, Le Mans, Goodwood, GP en Monza… Los 4 eventos automovilísticos que, en mi opinión, deberíamos disfrutar al menos una vez en la vida todos a los que nos gustan los coches

Maleta en una mano, abrigo en la otra, y la mochila a la espalda. No era la situación más cómoda del mundo para disfrutar pero, oiga, no me cambiaba por nada ni nadie en ese momento. Unos metros más allá del Alfa, un Škoda Superb en una pintura negra espectacular y unas llantas con incrustaciones, parecía, de Swarovski. Y, de repente, el cartel. Aproximadamente un metro y medio de alto por no sé cuántos centímetros de ancho con una gran flecha blanca indicando hacia mi izquierda. ‘Geneva International Motorshow’, sí, a mi izquierda. Habría que salir a la calle y avanzar unos metros para llegar a las taquillas. Indicaciones en francés y alemán. ‘Entreé’, ‘Eingang’. Por ahí se accedía a lo más parecido al Paraíso en ese momento. Tendría que esperar a la persona que me acompañaría durante mi visita del sábado que traía, además, las entradas.

Aston Martin DB11 & DB5

Durante la espera, en la carretera anexa vi pasar desde un Focus RS en verde Ultimate Green hasta un Rolls-Royce Wraith, pasando por varios RS de Audi, otros cuantos AMGs, BMWs firmados por ///M y algunos Maserati con su espectacular banda sonora. Así se hace más amena cualquier espera.

Tras un tiempo esperando, ¡por fin! ¡Por fin tenía en mi mano las entradas! Comprobación de las entradas, control de seguridad a mi maleta y directo hacia las taquillas a dejar abrigo y maleta. Por 2 francos cada pieza, te guardan tus pertenencias durante tu visita.

El primer día (sábado) que visité el salón entré por la parte del Hall 7, donde se encuentran las piezas de recambio, componentes y demás. ¿Pero dónde están los coches?

No dejé que los nervios se apoderasen de mí, o sí… Mi ritmo caminando era notoriamente superior al normal, y más rápido que el ritmo de quien me acompañaba. Quería llegar y ver coches, ¡y llegaron! Tras superar unas escaleras, ahí estaba: un pabellón de enormes dimensiones, generosamente iluminado, lleno de gente y con coches. Muchos coches.

Salón de Ginebra - vista panorámica

A mi izquierda, el stand de KIA con el nuevo Niro luciendo una pintura azul verdosa que le quedaba perfecta, y que hacía que me gustase mucho el coche. Es bonito, siendo sincero.

Optima híbrido, nuevo Sportage… Y más; toda la gama. Enfrente, Lotus. Evora 410 Sport, 3-Eleven… Me quedé absorto en la barchetta de Hethel: en fotos me había encantado y efectivamente, en directo se confirmaba. Me fijé en el espacio que había entre la parte superior de sus ruedas y la carrocería: no me cabía el dedo índice. Tras el recorrido por el stand de la marca inglesa, fotos incluidas, se abría la veda de lo que durante el sábado y domingo sería la pregunta más repetida en mi cabeza: “¿Hacia dónde voy?” Al frente ves una marca que trae importantes novedades y a tu derecha ves esa firma exótica que sabes que difícilmente verás por la calle (a no ser que viajes a Londres o Mónaco), cuando no unos extravagantes prototipos de los que, si no fuese porque has leído antes la revista-guía del Salón, sería la primera vez que escuchas su marca.

No saber si empezar a correr para ver todos los coches expuestos cuanto antes o pasear tranquilamente degustando cada vehículo es la situación dicotómica más placentera del mundo

Lamborghini Centenario

Durante todo el fin de semana de visita al Salón te invade una sensación que no cesa, ni siquiera cuando ya crees haber visto todo. Durante todo el fin de semana, dentro de ti hay una lucha interior cuyos púgiles son dos: de un lado, quieres correr y ver todo, y lo quieres ver cuanto antes; del lado contrario, quieres pasear tranquilo, saborear cada stand, cada coche, recorrerlo entero con la mirada para después hacer las fotos de rigor y seguir admirando el vehículo. Puede parecer una emoción que te conduzca a la angustia, pero nada que ver, en absoluto; ni siquiera para indecisos como un servidor que dudan innumerables veces cuál es el siguiente coche que quieren ver. Es, probablemente, la situación dicotómica más placentera del mundo.

Creo que no hace falta, a estas alturas, que os diga lo emocionante y espectacular que resulta ver de cerca los Koenigsegg Regera y One:1, el Bugatti Chiron y su motor (que podía contemplarse de cerca, pues Bugatti tuvo a bien deleitarnos con un ejemplar por separado), los Pagani Huayra tan especiales que había en este Salón, el Focus RS en ese azul que tanto me gusta o el nuevo Honda NSX, entre muchísimos otros. También modelos de competición como los últimos campeones de Le Mans (Porsche 919 Hybrid), Formula 1 (Mercedes F1 W06 Hybrid) y el Dakar (Peugeot 2008 DKR). Y por qué no decirlo, también tiene un toque resultón el hecho de poder subirte a un Renault Scenic que te cansarás de verlo por la calle pero que, en ese momento, eres de los pocos privilegiados que lo ha visto en directo, tocado y sentido. O un algo menos popular Mercedes-Benz Clase E, cuyo interior te dejará admirado.

BMW M2

Llegados a este punto he de confesar algo: tras visitar el Salón de Ginebra el sábado y el domingo, me dejé algunos coches por ver. Podéis llamarlo despiste, podéis llamarlo falta de organización, pero varios días después, ya otra vez en casa y sobrellevando la resaca emocional como podía, me di cuenta de que me había dejado algunas cosas por ver. Mal, Diego. Que no vuelva a ocurrir.

Y es que cuando crees haber recorrido todos los pasillos y visto todos los stand de sus alrededores, empiezas a repetir y degustar aún más detenidamente coches que viste antes (sin reparar, quizá, en que te has saltado alguna que otra marca). Te subes, los tocas, los hueles, palpas sus materiales y te fijas en sus acabados. Cambias a otra marca, repites el proceso y cuando es hora de recoger en las taquillas tu abrigo y la maleta para poner rumbo de vuelta a casa, la emoción te embriaga: no quieres despertar del sueño que has estado viviendo las últimas 24 horas. ¿De verdad me tengo que ir ya?

Las horas siguientes son la resaca de la embriaguez citada anteriormente. Tu mente aún tiene, no sabes si en primer o en segundo plano, la fotografía de todo lo que ha rodeado al Salón las últimas horas. Necesitas buscar la puerta de embarque en el aeropuerto, encontrar tu billete, revisar que no llevas encima algo prohibido como una botella de agua, y todo ello lo haces mientras sigues pensando que a 5 minutos andando sigue estando el pabellón donde acabas de cumplir uno de los sueños de tu vida: ir al Salón del Automóvil de Ginebra.

Quieres volver, no quieres unirte a la cola que da acceso al embarque; una cola en la que nadie te podrá interrumpir ya que te protege una burbuja de abstracción y felicidad que deseas nunca explote.

Porsche 718

Vuelta a casa. Durante el vuelo repasas las fotos que has hecho, que es la manera más parecida que tienes en ese momento de rememorar lo que has visto y vivido hace apenas unos minutos y conforme vas pasando fotos y algún que otro clip de vídeo (los azafatos y azafatas del Salón no le tienen miedo a los flash mob), vas ratificando la idea de volver el año que viene.

Porque si algo tengo claro es que volveré. No sé si el año próximo o dentro de dos, pero volveré. Estoy tan convencido de que la próxima visita será una experiencia alucinante y gratificante como de que no será tan emocional y conmovedora como esta primera vez. La vez que ese niño, ya mayor, cumplió el sueño que sus revistas le hacían soñar.

Sobre el Autor

Diego Gutiérrez

Aprendí a leer con los nombres de los coches que veía por la calle. A los 6 días de sacarme el carné, rompí un diésel atmosférico. Disfruto conduciendo cualquier cosa con motor y ruedas y en mis ratos libres estudio cosas ingenieriles.

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